(No)Sabrás qué hacer conmigo, pero sabrás qué hacer después de mí

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Por: Mariana Martínez

La segunda película dirigida por Katina Medina Mora (LuTo, 2013), Sabrás qué hacer conmigo (2015), narra la historia -siguiendo el motivo del duelo ya presente en LuTo y que parece perfilarse como aquello que defina su obra – de un par de treintañeros que intentan lidiar como mejor pueden con la vida, el amor y la muerte y que, a pesar de sí mismos y de sus circunstancias, se enamoran perdidamente.

La historia va más o menos así: Isabel (Ilse Salas), una mujer exitosa, con una vida aparentemente estable que sirve de pantalla ante una madre depresiva incapaz de superar la muerte de su primogénito y un padre distante, conoce a Nicolás (Pablo Derqui), un fotógrafo solitario y epiléptico, aficionado al buceo, en la puerta del hospital en el que su madre se encuentra internada después de intentar suicidarse ingiriendo píldoras y en el que el padecimiento neurológico de Nicolás es atendido. Tras una serie de eventos poco afortunados, ambos se enamoran; a veces la pasan bien y otras tantas, muy mal. Sin embargo, muy a su manera cada uno sirve de soporte emocional y moral para el otro. Finalmente, la desgracia los alcanza en el momento en que su relación es más sólida.

Con una fotografía digna de ser aplaudida, aunque en momentos peque de preciosista y llegue a opacar la narrativa de la historia y un montaje que no me deja sino pensar, guardando la distancia espacio-temporal,  en Submarino (2009) de Thomas Vinterberg, la película se divide en tres partes: “Isabel”, “Nicolás” e “Isabel y Nicolás”, cada una de las cuales relata desde un muy particular punto de vista el acontecer de la intrincada relación sentimental que se establece entre dos sujetos con un pasado peor que complicado.

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La multiplicidad de enfoques y puntos de vista enriquece enormemente el desarrollo de la trama que, en momentos, nos interpela directamente y nos enfrenta con nuestros más temidos demonios: el amor y la muerte.  Cada una de las tres partes en las que se divide la historia nos posiciona frente a frente con los  más profundos sentimientos de los protagonistas y entre las tres se teje una complicada pero certera narración elíptica sobre la vida y los afectos que de ella derivan.

“Isabel” gira en torno al  derrumbe de su casi perfecta vida, patrocinado por la insistencia de su madre en no superar el pasado; “Nicolás” se centra en las complejas decisiones que involucran la capacidad de amar y el conocimiento de la finitud humana. Por otra parte, “Isabel y Nicolás” nos presenta una  visión panorámica del desarrollo de la estrecha relación entre un par de personajes inseguros de sí mismos, así como nos permite acompañarlos tanto en la pena como en la alegría sin caer en los sentimentalismos propios de las telenovelas nacionales, lo cual resulta de una serie de planos abiertos que no nos permiten acercarnos de más a las vivencias y al dolor de Isabel y Nicolás.

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Finalmente, mediante esta ruptura de la lógica estructural, herencia del cine de la nueva ola europeo, aunada a una fluidez narrativa que a veces es frenada por la tensión que se establece entre una banda sonora no muy bien lograda, lo sombrío de la muerte, evidente en la contingencia de la narrativa y una  fotografía luminosa, digna de postal, que contrarresta las escenas más dramáticas, Sabrás qué hacer conmigo (2015) nos ofrece, gracias a una, sospechosa y no tan novedosa exploración formal y narrativa (recordemos que la película se narra a partir de la concatenación de una serie de elipsis),  que va más allá de lo que la cartelera nacional suele ofrecernos, una gran lección sobre el duelo: ríe, ama y llora que, a pesar de todo, la vida continua.