“Don’t ever think that the world owes you anything, because it doesn’t.”
Es palo, es piedra, es el fin del camino…es un resto de leña solitaria y
pérdida…
No existe ningún logro sin trabajo duro, no existe el éxito sin el fracaso, sin embargo, muchas veces la derrota es abrumadora y detiene demasiados sueños o proyectos. El curso de la vida nunca es lo que esperábamos, no se acerca a las grandes expectativas que alguna vez un niño pudo haber soñado para sus días venideros.
David O. Russell dirige y escribe Joy, la historia de Joy Mangano creadora del Miracle Mop. A través de un primer acto confuso y desordenado, conocemos a Joy (Jennifer Lawrence) y a su disfuncional familia, nada parece tener coherencia o cohesión a medida que una serie personajes desfila a gran velocidad ante nuestros ojos, lo único que logra quedar claro en los primeros minutos es que el caos mostrado en pantalla es el mismo que ha envuelto a Joy toda su vida y que poco a poco la ha obligado a tomar decisiones que la alejan más de lo que alguna vez deseó ser.
Es el ex marido de Joy (Édgar Ramírez), quien vive en su sótano, el que dará orden al atolondrado inicio al interpretar, de manera breve pero casi mágica, “Aguas de Marzo”. Son esas cortas, pero poderosas líneas, las que logran comunicar mucho más que el estado de ánimo de la protagonista, dejan al descubierto el momento de vida por el que pasa Joy y encapsulan su principal reto: ser libre.
A través de múltiples intentos Joy intentará vender su idea al mundo, desafortunadamente no con el éxito esperado, hasta que conoce a Neil Walker (Bradley Cooper) encargado de la cadena QVC, quien le dará una oportunidad a su Miracle Mop.
David O. Russell se ha caracterizado por la elocuencia y vivacidad que produce el conjunto de su trabajo como escritor y director, además de su excelente dirección histriónica y Joy no es la excepción. Jennifer Lawrence carga la cinta con su brillante interpretación de Joy Mangano, con cada gesto y movimiento somos testigos de la evolución de la protagonista; las miradas de Lawrence ofrecen todo un espectáculo por sí mismas, basta con observar detenidamente la secuencia en la que se enfrenta por primera vez al escenario giratorio de QVC: su vida ha cobrado un nuevo sentido, ha logrado trascender y los reflectores la apuntan mientras sostiene un trapeador.
Desafortunadamente la gran cantidad de individuos provoca que algunos actores sean desaprovechados. Los personajes de Robert De Niro y Diane Ladd no logran concretar y se desvanecen a medida que la cinta avanza. La madre de Joy (Virgina Madsen) pierde total importancia al tener un tiempo en pantalla por demás reducido.
Si bien algunos personajes no logran dar el ancho hay otros que destacan. Édgar Ramírez sorprende con una actuación llena matices delicados y un par de números musicales simples, pero cargados de emoción y sentimentalismo. Por su parte, Bradley Cooper ofrece dinamismo a la cinta con su trabajo y la electrizante química que tiene con Lawrence hace de las secuencias de QVC las mejores del filme.
Las historias, llenas de locura, de David O. Russell se han convertido también en verdaderos ensayos que reflejan el instinto de supervivencia más puro que emana del ser humano. Joy, en particular, muestra un sueño americano, en el que todo esfuerzo rinde resultados, un sueño que podría sonar más a milagro para muchos.
Joy es una historia de perseverancia y trabajo. Es un ciclo, uno que con sus altas y bajas logra encontrar un punto de equilibrio en la vida. Es una deuda pagada a aquel niño que se atrevió a soñar.
…son las aguas de marzo cerrando el verano…promesa de vida,
de tu corazón.