Melancolía

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“Days seem like weeks to me. Days are weeks.”

Melancolía: Estado anímico permanente, vago y sosegado, de tristeza y desinterés, que surge por causas físicas o morales.

Hay cientos de trabajos y técnicas de animación que se nos presentan año con año, pero ninguno ha logrado ser tan único y especial como Loving Vincent, una cinta que fue pintada a mano por más de 100 artistas que dan vida a una maravillosa y enternecedora historia a través de más de 60,000 cuadros.

A través de la travesía de Armand Roulin (Douglas Booth) para entregar una carta a su correcto destinatario conoceremos parte de la vida de una de las figuras más emblemáticas del mundo del arte: Vincent van Gogh. Un juego de entrevistas nos hará repetir los pasos de los últimos días del pintor en lo que parece ser la partida más hermosa de Clue que se haya visto. Cada personaje que tiene interacción con Armand nos mostrará una imagen de Vincent particular que lo vuelve más familiar a cada minuto.

Dorota Kobiela y Hugh Welchman hacen un retrato intimista, que se siente como un profundo homenaje, de van Gogh, los directores retoman la técnica, estilo, obras y colores del pintor para intentar mostrar su esencia. Nos topamos con un hombre melancólico, cuya soledad e historia personal lo dotaron de una tremenda sensibilidad, es de igual forma una aclamación a una relación de hermandad hermosa en la que el amor conoce nuevas texturas en una carta que plasma el sentir más profundo del corazón.

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Cada fotograma es literalmente un cuadro que es digno de admirarse con la mayor dedicación posible, las transiciones serán familiares para todos aquellos que conozcan la obra del pintor y aumentarán la emoción que se genera al estar frente a un espectáculo único.

La forma de realizar Loving Vincent comenzó con el rodaje con actores del relato, para posteriormente ocupar las imágenes obtenidas como guías para que los más de 100 artistas involucrados se dieran a la tarea de darles vida a través del óleo.

La narrativa del relato es simple, pero efectiva. No es necesario tener un complejo arco dramático para contar una gran historia, nos vamos sumergiendo lentamente en la pintura para descifrar el misterio que se nos coloca al frente de una manera tan natural que nos permite disfrutar la experiencia de una forma única.

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Las imágenes van acompañadas de un score supremo, realizado por el siempre genial Clint Mansell, que se empata de manera única con las sensaciones y sentimientos que la pintura y la narrativa van despertando en el espectador, es una mezcla perfecta entre melancolía y esperanza que es difícil de describir.

Conocer a alguien a través de los ojos de alguien más es una experiencia única que habla más que las palabras y esa es justamente la sensación que nos produce el filme. La experiencia de ver Loving Vincent es única y bella, estamos frente a una obra de arte que te gustaría admirar por siempre.